Ser sacerdote (X) - Pasto: El ministerio sacerdotal II- El amor de Cristo

Les contaba en artículo anterior que no me imaginaba lo que el cambio de Honduras a Colombia iba a significar para mi vida y mi ministerio clerical... pues ahora les contaré...

La vida del ordenado tiene en la Eucaristía, de modo especial (porque en todo cristiano es así), su centro y fuente; la presidencia y participación en este sacramento es al ánima del corazón que sigue a Cristo en el ministerio clerical. Es increíble la intimidad con Cristo que se alcanza con el sacramento del orden, ella , en la perspectiva de la experiencia de la Gracia, es una experiencia casi mágica que se sucede al recibir el sacramento del orden. Al recibir mi diaconado eso fue lo que experimente: una distinción en la oración personal y en la vivencia de la eucaristía, un vínculo extraordinario que lanza el alma a las profundidades de Dios y que la envía, impregnada del amor transformador del Espíritu, a vivir la vida en el compromiso de quien se sabe agente y garante del Reino de Dios al modo de Cristo Sacerdote. Hasta hoy - y creo que así será siempre - sigo experimentando esto cada vez que oro y participo en la eucaristía.

El II Semestre de 2007 fue en este sentido eucarístico un período muy especial, especial por la experiencia vital del amor de Cristo en el momento de la elevación de la consagración, especial por la fuerza de Dios experimentada en la Palabra predicada, especial por el amor sacerdotal a la asamblea congregada que experimentaba.

Experimentar el amor de Cristo en la Eucaristía fue una gracia especial recibida en las primicias de mi ministerio sacerdotal, el momento de la elevación se constituía en "lugar de Dios", locus Dei en el que sólo existía el Padre que entregaba a su Hijo y en la unidad del Espíritu Santo me llevaba a experimentar su Amor entregado que lo llenaba y abarcaba todo, que en sinfonía magistral traía a mi mente y mi corazón toda mi vida y la vida de la Iglesia en quienes estaban congregados en la celebración y evidenciaba patentemente el Amor creador, providente y salvífico que se derramaba abundantemente en nuestras vidas... Amor tan palpable que me conmovía hasta las lágrimas al elevar el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el momento de la consagración y que me envolvía y sobrecogía a tal modo que lo que seguía lo oraba y decía en sollozos... esto no era siempre, pero sí de tanto en tanto como para que no olvidase la grandeza del Misterio que presidía.

La predicación de la Palabra en uno como sacerdote adquiere una fuerza envolvente, no solo en la asamblea que escucha sino también en el ministro que habla, fuerza y sabiduría de Dios que sobrecoge y sorprende al mismo predicador en estar diciendo la novedad de Dios que ni él mismo comprende, pero que en el acto de predicar se hace Buena Nueva diáfana y brillante, que hace evidente el Misterio de Dios descubierto y que se autoproclama por la Gracia depositada en el ministro que predica, sorprendiéndolo en la emisión de una palabra que sabe no es la suya sino la de Dios que enseña y habla a su pueblo que necesita escucharle. Cuántas veces se experimenta la sorpresa de Dios que habla en la minimalidad de la propia voz que predica!... San Juan Eudes decía "nada puedo, nada tengo, nada valgo sin tí Señor", y ciertamente esa sensación de naidad y de grandeza abarcante de Dios se experimenta con claridad cuando se predica.

Predicar y presidir la Eucaristía tiene un telón de fondo que hace las veces de atmósfera-fuente de sentido durante la celebración, éste es el Amor que congrega y une en una sola asamblea que agradece y acoge el misterio del Dios que se dona, el Espíritu que nos une en un mismo espíritu y nos lleva a experimentar el misterio de la comunión de los santos que en la perspectiva sacerdotal le lleva a uno como ministro a experimentar el amor paternal por quienes tiene al frente y a cargo y que impulsa a dar todo y lo mejor de sí mismo por la grey que Dios le ha encomendado. Amor por el pueblo nariñense, por los seminaristas y las asambleas de religiosas y postulantes que acompañaba en las capellanías que me correspondían.

De cada quien guardo un recuerdo que es tesoro en mi corazón: de las hermanas bethlemitas del colegio Sagrado Corazón me llevo la imágen del proceso de fe que Dios va haciendo en cada un@ y que "a trancas y a mochas" va construyendo en y a través de la persona la soberanía de Dios, !somos a la vez tan frágiles y tan fuertes l@s religios@s!, queremos hacer tanto y somos a veces tan poco, nos sentimos tan poco y las más de las veces Dios hace tanto con nosotros...!. Del Hogar San José de las hermanas Bethlemitas guardo la exaltación paterna que sentía cuando celebraba con las niñitas que cuidaban... cuánto quería enseñarles y decirles del Dios que las amaba y que quería sanar las heridas que una vida dura habia inflingido en quienes en sus hogares vivían situaciones tan difíciles!... corazones tiernos que jamás debieron haber sufrido...

De las hermanas del Corazón de Jesús atesoro el celo religioso de la hermana Ana y la candidez vocacional de las postulantes a la congregación, ciertamente quise transmitirles esa sabiduría de Dios en la propia experiencia de mi caminar vocacional que les ayudara en el discernimiento que estaban haciendo. Del ancianato de las hermanas franciscanas guardo especial recuerdo de la hermanita propagadora de la devoción mariana, gracias por esa imágen de la rosa mística que me regalaste!... pero especialmente gracias a todas uds. por el testimonio de entrega religiosa y de callado testimonio que dan en la vejez y achaques que ofrecen cada día al Señor.... en fin, gracias Nariño por ese año con uds. en donde tanto aprendí de Dios, de su pueblo y de mi propia vocación!.

... y no les conté al fin lo que pasó... será en el próximo artículo... me emocioné recordando a Dios en Pasto!

Comentarios

Anónimo dijo…
octubre, noviembre diciembre, enero, febrero, marzo, abril 1..... que ha pasado? son muchos meses sin saber de usted... que no se le haga demasiado tarde y los meses lo sepulten