Recomenzar la secuencia: UNA DECISIÓN SOLO ES VERDADERA DECISIÓN CUANDO SE VUELVE A TOMAR (III)

232 días sin actualizar mi blog... ha sido un año difícil interiormente... otros padrecitos estarán escribiendo de cómo se sostiene su vocación y ministerio, yo estoy escribiendo de cómo se reconduce por un camino diverso esa vocación sacerdotal y ministerial. Lo difícil de salirse es que uno sigue siendo lo que ha sido, sacerdote para siempre. Esto es lo que le enseñan, sustentan e interiorizan en uno... y cuando Dios muestra otro camino esto es o lastre pesado que se carga o pensamiento liberador que compromete a innovar en la andadura.

En los dos artículos anteriores he trabajado el tema de mis certezas en medio de esta nueva forma laical de vivir mi vida y en la experiencia de vivir en pareja y en familia. He trabajado dos certezas, que aún lo siguen siendo:

  1. FUI ELEGIDO PARA SER SACERDOTE, LO SOY Y LO SERÉ SIEMPRE: Aquí trabajaba algunos elementos de la teología del sacerdocio que, como sacramento que imprime carácter, cambia para siempre la identidad (el ser) de quien lo recibe.
  2. LA VIDA SE VIVE EN ÉXODO (I): Hice un preludio teológico de cómo el movimiento básico del Éxodo (salida - desierto - cumplimiento de la Promesa de Dios) es dinámica permanente en el misterio de la vocación humana y cómo en la experiencia de desierto se vive el conflicto con la voluntad divina en la forma de 3 elementos recurrentes: La causa del conflicto, querer de Dios, decisión sinérgica del Yo
En aras de seguir dando luces (... espero en Dios sea así...) a sacerdotes, seminaristas, religios@s y laic@s que se referencian a este blog (ya van más de 12000 visitas!) continúo con la reflexión que inicie en Abril de 2009 y que he ido madurando a la fecha (Marzo 2010). La vida se vive en Éxodo II va a versar sobre cómo entiendo este misterio bíblico paradigmático en la experiencia vocacional.

La vida humana comporta la cruz, signo del sufrimiento con Sentido, no la podemos evadir y cuando pretendemos hacerlo perdemos la ruta del camino y comenzamos a dar vueltas en el desierto, nos extraviamos y vivimos la tragedia del errante que no halla su hogar, o en términos de otra experiencia bíblica también recurrente, la diáspora que nos mantiene escindidos y sin posibilidad de alcanzar la unidad (mas activos y aferrados a la esperanza del cumplimiento de la promesa).

Esta experiencia de cruz, inherente al don de la Gloria, es la que pretende evadir Israel cuando añora "las cebollas de Egipto", cuando cansado de esperar que regrese Moisés con la palabra aseguradora de Dios construye su becerro de oro, cuando rezonga y se rebela por la falta de agua y alimento, cuando pierde la paciencia porque la llegada a la tierra prometida se demora, cuando por el contacto con los moabitas comienzan a adorar a otros dioses y cuando soberbios desobedecieron y pretendieron luchar contra los amalecitas y apropiaron pertenencias de los amorreos pese a la advertencia en contra de su Señor... ciertamente lo difícil del camino del éxodo es mantenerse fiel en la fe y la esperanza, anclado en el amor de Dios Padre y firme en la relación de obediencia y referencia permanente y absoluta a Dios Trino.

Vivir en fidelidad a la vocación que Dios nos presenta como estado plenificante de vida - sea religiosa, célibe, matrimonial o familiar - comporta ese caminar por el desierto; tomar la salida falsa, alejada de Dios, en los obstáculos y estados sicológicos y de ánimo que se presentan en el camino de la vida lleva siempre a retrasar el alcance de esa tierra prometida, no exenta tampoco de la lucha propia del tiempo escatológico pero siempre el lugar que se experimenta como "hogar" del alma.

Es precisamente lo expuesto lo que considero como referencia alegórica del Éxodo como manera en que se nos da la experiencia del vivir: Nuestra vida nace en medio de la experiencia feliz, pero siempre esclava, de un Egipto donde ella se nos entrega como don y reto; el alcance de la libertad se va haciendo grito tanto más conciente en cuanto nos vamos dando cuenta de las diversas esclavitudes que nos amarran y cuando al fin nos decidimos a salir hacia la tierra prometida que intuimos, nuestra propia identidad inmadura y que apenas barrunta a Dios se constituye en traición de nuestro propio sueño... pero gracias a Dios hay Moisés y jueces que nos impiden perder la ruta y nos acompañan en la lucha por la conquista (porque no es don absoluto) de la tierra "que mana leche y miel" que Dios nos quiere entregar como propiedad nuestra.... y la Promesa siempre termina por cumplirse!

... vamos entonces para la tercera certeza...

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